19.7.07

Cambios

Ha habido cambios, uno de ellos y el más evidente es que me he quedado sin ordenador, así que ahora voy un poco de prestado y mendigo por los ordenadores ajenos.
Otro cambio ha sido que para tener libertad he optado por la soledad. Por un lado es lo que estaba buscando hacía mucho tiempo, pero ahora soy consciente de que no me va a resultar tan idílico como yo pensaba. De hecho ya he sufrido mi primera desilusión en mi libertad: el comprender que a fecha de hoy las mujeres tenemos que hacernos pasar por tontas y mojigatas para que un tío no ponga los pies en polvorosa. Cuando decidí que tenía que caminar sola por el fascinante mundo de la vida, también decidí que yo iba a marcar mi ritmo. Le propuse a un tipo que fuera mi amante, que sólo nos viéramos en la cama y en el bar que precede el momento para desarmarnos de cualquier tipo de moralidad. Esto sólo ocurría bajo los efectos del vodka. Un amanecer, antes de que él se marchara, le hice firmar el acuerdo sexual por el que cualquiera de los dos podía llamar al otro en caso de necesidad de desahogo. Estuvimos de acuerdo. ¿De acuerdo?, pues por lo visto no.
Anochecía, el calor invadía mi casa y yo miraba la cama de 1'35 que me habían traído por la tarde y entonces pensé en él y en lo bien que estaría estrenarla de esa forma, porque ese sería uno de mis últimos recuerdos antes de dormir por vez primera en esa cama. Le mando un mensaje. Me responde que tiene que madrugar. Le digo que yo también. Me responde que mejor que no. Le digo que si va a poder quedar algún día, porque paso de ir presionando a nadie. Responde que mejor que no. Le llamo.
La conversación se convierte en una espiral, no vamos a llegar a ninguna parte. Dice que se va de vacaciones, que en el sitio en donde veranea se va a encontrar a la ex que no hace mucho dejó. Yo le contesto que qué tiene que ver eso con venir esa noche a mi casa para acostarnos. Dice que no se encuentra en un buen momento (pues yo juraría que sí, que me buscaba bastante). Yo sigo insistiendo con la técnica del disco rallado: "Sí, te entiendo, pero vente esta noche a mi casa ". Ël sigue aludiendo a su enajenación mental transitoria. Finalmente decido atajar: ¿Es que no te gusto?. Contesta que no es eso (Pues entonces no entiendo nada). Tras insistirle hasta rozar el ridículo por mi parte y ser consciente de ello, opto por decirle: "Bien, esa es entonces tu decisión, así que entonces lo que anteriormente hemos hecho no va a ocurrir nunca más". Ante tal aseveración él exclama con un "¡no hace falta ser tan radical!". En ese preciso instante me quedo en silencio y le repito de nuevo que nunca más nos vamos a acostar. Él me vuelve a llamar radical. Entonces lo veo todo claro.
Hagan apuestas, señores