Lanzo una moneda.
No espero a mirar el resultado,
simplemente
dejo que se eleve y la aprese la fuerza de la gravedad.
Veo cómo da vueltas en el aire,
cómo empuja el aire.
Cae.
Retintinea.
Me tapo los oídos.
Quiere que mire,
no,
peor aún,
quiere que decida.