Todos mentimos. Quien diga lo contrario miente
La primera
mentira que recuerdo fue cuando me preguntaban mi nombre, me inventaba otro, no recuerdo cuál exactamente, pero desde luego no era el mío.
Otras mentiras célebres:- Cuando me decían que tenían que llevarme a la peluquería decía "vale, voy cogiendo el ascensor" y así ganaba tiempo para escaparme por las escaleras ("mentira para la supervivencia")
- Cuando cogía dinero de la cartera de mi madre y luego le decía que se lo había dado a unos niños pobres ("mentira infantil")
- Cuando me encontraron mi primer cigarro y dije que era de una amiga ("mentira universal").
- Cuando un chico me pedía salir y le decía que ya tenía novio ( "mentiras piadosas").
- Cuando voy a entrevistas de trabajo y digo que sé inglés ( "mentiras necesarias").
- Cuando digo "ah, ¿que te casas?, ¿cuándo? pues creo que ese día curro..." ("mentiras arriesgadas")
- Cuando digo "no bebo nunca más" y "voy a dejar de fumar" ("autoengaño")
Afortunadamente, con el paso del tiempo, me veo menos obligada a mentir, pero si tengo que elegir me quedo con la mentira piadosa, porque es una forma de ahorrar el sufrimiento, aunque el paliarlo suponga nuestra agonía...

No me gusta Joaquín Sabina, el personaje, me gusta el escritor y ésto que escribió acerca de las mentiras piadosas:
Cuando le dije que la pasión por definición no puede durar
como iba yo a saber que ella se iba a echar a llorar.
No seas absurdo, me regañó, esa explicación nadie te la pidió
así que guardatela, me pone enferma tanta sinceridad.
Y así fue como aprendí que en historias de dos conviene a veces mentir
que ciertos engaños son narcóticos contra el mal de amor.
Yo le quería decir que el azar se parece al deseo
que un beso es sólo un asalto y la cama es un ring de boxeo,
que las caricias que mojan la piel y la sangre amotinan
se marchitan cuando las toca la sucia rutina.
Yo le quería decir la verdad por amarga que fuera
contarle que el universo era más ancho que sus caderas.
Le dibujaba un mundo real no uno color de rosa,
pero ella prefería escuchar mentiras piadosas.
Y las caricias que mojan la piel y la sangre amotinan
se marchitan cuando las toca la sucia rutina.
Y cuando por la quinta cerveza le hablé de esa chica
que me hizo perder la cabeza estalló,
vas a callarte de una vez por favor.
Y así fue como aprendí que en historias de dos conviene a veces mentir
que ciertos engaños son narcóticos contra el mal de amor.
Después de leer ésto se me está apareciendo el ectoplasma de Yeltsin para que me anestesie con Moskovskaya
¡¡¡Na zdorovie!!! (¡Salud!)